JESUSCRISTO

martes, 15 de marzo de 2011

IGLESIA ORTODOXA

Iglesia Ortodoxa

Información de carácter general

Uno de las tres ramas del cristianismo mundial, y la iglesia cristiana más importante en el Oriente Medio y Europa del Este, la Iglesia Ortodoxa, a veces también llamada Iglesia de Oriente, u Ortodoxa Griega, o Católica Ortodoxa, declara haber preservado la fe cristiana original y apostólica. Las cifras de su membresía mundial van desde 100 a 200 millones, según el método de contabilidad.

SON UNA IGLESIA ANTIGUA
DEDICADOS A LA PALABRA DE DIOS
Y SON RESPETADOS GARCIAS A TODOS SUS DONES

Estructura y organización

La iglesia Ortodoxa es una hermandad de iglesias locales administrativamente independientes, o autocéfalas (autogobernadas), unidas en la fe, sacramentos y disciplina canónica, en que cada una goza del derecho de elegir a su propia jefatura y obispos. Tradicionalmente reconocen, de los obispos ortodoxos, al patriarca ecuménico de Constantinopla (Estambul) como "primero entre iguales", que tiene privilegios de presidencia e iniciativa, pero ninguna autoridad doctrinal o administrativa directa.
Los otros jefes de las iglesias autocéfalas son, en orden de precedencia: el patriarca de Alejandría, Egipto, con jurisdicción sobre África; el patriarca de Antioquía, actualmente residente en Damasco, Siria, y que encabeza a los cristianos ortodoxos de lengua árabe en Siria, Líbano e Iraq; el patriarca de Jerusalén, con jurisdicción sobre Palestina; el patriarca de Moscú y de todas las Rusias; el patriarca católico de Georgia; el patriarca de Serbia, el de Rumania, el de Bulgaria; el arzobispo de Chipre, de Atenas y de toda Grecia; el metropolitano de Varsovia y de toda Polonia; el arzobispo de Albania (cargo actualmente suprimido); el metropolitano de Praga y de toda Bohemia, y el arzobispo de Nueva York y de Norteamérica.
Tres iglesias autónomas también gozan de gran independencia, aunque la elección de su Primado está sujeta a la aprobación nominal de la iglesia madre. Ésas son las iglesias de Creta y de Finlandia, bajo Constantinopla, y la iglesia de Japón, bajo Moscú. Las iglesias autocáfalas y autónomas difieren notoriamente en tamaño y membrecía. Las iglesias de Rusia (50-90 millones) y de Rumania (21 millones) son con mucho las más grandes, mientras que algunas de los antiguos patriarcados del Oriente Medio, incluída la de Constantinopla, se reducen a pocos miles de miembros.
No obstante, el patriarca de Constantinopla también tiene jurisdicción sobre las iglesias de habla griega y controla, por ejemplo, la arquidiócesis griega de los Estados Unidos, que es distinta de la iglesia Ortodoxa en EEUU, contada entre las iglesias autocéfalas. En Grecia la iglesia ortodoxa es la religión establecida; largo tiempo perseguida en la URSS y demás países comunistas de Europa del Este, experimentó una renovada libertad con la abolición de restricciones a la religión durante la época de Gorbachov.

Historia

Históricamente, la iglesia ortodoxa contemporánea es la continuadora directa de las comunidades cristianas más tempranas fundadas en regiones del Mediterráneo oriental por los apóstoles de Jesús. Los subsecuentes destinos del cristianismo en esas zonas fueron formados por la transferencia (320) de la capital imperial de Roma a Constantinopla por Constantino I. Por consiguiente, durante los primeros ocho siglos de historia cristiana los más importantes progresos intelectuales, culturales y sociales en la iglesia cristiana también ocurrieron en esa región; por ejemplo, todos los concilios ecuménicos de ese período se reunieron en Constantinopla o en sus cercanías. Los misioneros que venían de Constantinopla convirtieron al cristianismo a los eslavos y otros pueblos de la Europa del Este (Bulgaria, 864; Rusia, 988) y tradujeron la Escritura y textos litúrgicos a los idiomas vernáculos de esas áreas. Así, la liturgia, tradiciones y prácticas de la iglesia de Constantinopla fueron adoptadas por todos y todavía proporcionan a los modelos y ethos básicos de la Ortodoxia contemporánea.
Estos progresos, sin embargo, no siempre fueron consistentes con la evolución del cristianismo occidental, donde al obispo de Roma, el papa, llegó a considerársele sucesor del apóstol Pedro y jefe de la iglesia universal por designio divino. Los cristianos orientales estaban dispuestos a aceptar al papa sólo como primero entre los patriarcas; esta diferencia de posiciones explica los varios incidentes que se fueron conviertiendo en serio distanciamiento entre Oriente y Occidente. Uno de los conflictos más vehementes se refirió a la cláusula del filioque del Credo de Nicea, que la iglesia occidental agregó unilateralmente al texto original.
El cisma se desarrolló gradualmente. El primer quiebre importante se produjo en el siglo IX cuando el Papa se negó a reconocer la elección de Focio como patriarca de Constantinopla. A su vez, Focio cuestionó el derecho del papado a normar esa materia y denunció la cláusula del filioque como innovación occidental. Los crecientes conflictos entre Oriente y Occidente alcanzaron otro clímax en 1054, cuando se intercambiaron anatemas mutuos (Gran Cisma). El saqueo de Constantinopla en la Cuarta Cruzada (1204) acrecentó la hostilidad del Este hacia Occidente. Las tentativas de reconciliación en los Concilios de Lyon (1274) y de Florencia (1438-39) no tuvieron éxito. Cuando el papado se autodefinió infalible (Concilio Vaticano I, 1870), la separación entre Oriente y Occidente se hizo más amplia. Sólo desde el Concilio Vaticano II (1962-65) se ha revertido esta tendencia, con serios intentos de mutuo entendimiento.

Doctrinas y prácticas

La iglesia ortodoxa reconoce autoridad a las decisiones de los siete concilios ecuménicos convocados entre 325 y 787 y definieron las doctrinas básicas sobre la Trinidad y la Encarnación. En sigloos posteriores los Concilios Ortodoxos también dieron finiciones doctrinales sobre la gracia (1341, 1351) y tomaron posición respecto de las enseñanzas occidentales. La iglesia Ortodoxa acepta las tradiciones del cristianismo primitivo incluyendo los mismos sacramentos que la iglesia católica -aunque en la iglesia Ortodoxa la eucaristía y la confirmación se confieren a los niños-, y el episcopado y el sacerdocio entendidos a la luz de la sucesión apostólica. Los hombres casados pueden ser sacerdotes, pero no así los obispos y monjes. La veneración a Maria como madre de Dios es esencial para el culto ortodoxo, y la tradición litúrgica ortodoxa enfatiza la intercesión de los santos.
Después de una controversia temprana en el tema, las imágenes, o iconos, de Cristo, de la Virgen Maria y de los santos fueron considerados testigos visibles del hecho de que Dios se hizo carne humana en la persona de Jesús. La liturgia de la iglesia ortodoxa se conoce como Rito Bizantino; se ha traducido del griego a muchos idiomas, incluso el antiguo eslavónico eclesiástico de la Iglesia Ortodoxa Rusa. La liturgia siempre se canta, y la comunión se distribuye a la congregación en ambas especies (pan y vino).
El monasticismo, que tuvo su origen en el oriente cristiano (Egipto, Siria, Capadocia), ha sido siempre considerado en la iglesia ortodoxa como ministerio profético de hombres y mujeres que con su modo de vida muestran la acción del Espíritu Santo. Los cristianos ortodoxos todavía consideran a la república monástica del Monte Athos, en Grecia, como un centro de vitalidad espiritual.
Generalmente la iglesia ortodoxa ha estado muy abierta al movimiento ecuménico contemporáneo. Una a una, todas las iglesias autocéfalas han adherido al Concejo Mundial de Iglesias, inciado por los Protestantes, sin modificar su propio enfoque sobre la unidad cristiana pero considerando al Concejo como foro aceptable para el diálogo y la cooperación con otros cristianos. Los Ortodoxos estimaron las recientes medidas de la iglesia católica y los decretos del Concilio Vaticano II como bases de trabajo prometedoras para el futuro, y esta positiva reacción fue atestiguada por varias reuniones entre líderes ortodoxos y católicos, incluyendo la participación de los representantes vaticanos en las ceremonias del milésimo aniversario del cristianismo ruso en 1988.
John Meyendorff
Bibliografía
D Attwater, Las iglesias cristianas de Oriente (1962) y Santos de Oriente (1962); D Constantelos, La Iglesia ortodoxa griega (1982); D Drillock y J Erickson, eds., Liturgia divina (1982); J Ellis, La Iglesia Ortodoxa Rusa: Una History Contemporánea (1986); J. Forest, Peregrino a la iglesia rusa (1988); J M Hussey, La iglesia ortodoxa en el imperio bizantino (1986); N Lernor, La cristiandad de Oriente (1961); J Macha, Unificación Eclesiástica: Un marco teórico (1974); J Meyendorff, Teología de Bizancio: Tendencias históricas y tópicos doctrinales (1987), y La Iglesia Ortodoxa, su pasado y su papel en el mundo de hoy (1962); J Paraskevas, y F Reinstein, La Iglesias ortodoxa de Oriente (1969); L J Rogier, ed., Los siglos cristianos (1962-78); S Runciman, Estilo y Civilización Bizantinos (1975) y La gran iglesia en cautividad (1968); S Salaville, Introducción al estudio de las liturgies de Oriente (1938); T. Ware, La Iglesia Ortodoxa (1963); N Zernov, La cristiandad de Oriente (1961).


La Tradición Ortodoxa

Información Avanzada

La tradición ortodoxa es la tradición teológica asociada generalmente a las iglesias nacionales del Mediterráneo oriental y la Europa del Este y principalmente al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cuya característica distintiva es la preservación de la integridad de las doctrinas de los Padres de los siete Concilios ecuménicos de los siglos IV a VIII. En épocas medievales las iglesias de la tradición ortodoxa eran principalmente las de habla griega; en épocas modernas han sido predominante eslavos.

Naturaleza de la teología ortodoxa

Los primeros dos Concilios, Nicea I (325) y Constantinopla I (381), establecieron los fundamentos de la teología ortodoxa al adoptar la declaración conocida comúnmente como Credo de Nicea. Esta fórmula estableció el principio básico del Trinitarismo, que declara la igualdad substancial de Dios Hijo con Dios Padre, específicamente en refutación del arrianismo.
El tercer Concilio, de Efeso (431), rechazó el Nestorianismo al afirmar que en Cristo lo divino y lo humano se unieron en una sola persona, el Verbo hecho carne. En su embate más importante esta afirmación fijó la premisa de la Cristología ortodoxa; también sentó las bases para el desarrollo de la doctrina referente a Maria. En tanto que el Cristo era Dios encarnado, la Virgen era "madre de Dios" (Teótokos, "portadora de Dios"), no simplemente madre de un ser humano corriente. Consecuente con esta declaración la Ortodoxia expresó gran respeto por María, postulando su virginidad perpetua y vida sin pecado, pero continuó escéptica de los dogmas católicos posteriores, de la inmaculada concepción y de la asunción.
Los tres Concilios siguientes, Calcedonis (451), Constantinopla II (553), y Constantinopla III (680) enfrentaron en su desarrollo la herejía del monofisismo, definiendo aún más para los ortodoxos su Cristología, según la cual en la única persona de Cristo hay dos naturalezas completas, la humana y la divina, incluyendo dos voluntades.
El séptimo concilio, Nicea II (787), en medio de la disputa sobre la iconoclastia, definió la doctrina de las imágenes que representaban a Cristo y los santos, requiriendo a los fieles venerarlas, pero no adorarlas. Con posterioridad a este concilio, cuyos decretos no fueron aprobados por el papado romano (aunque no estraban en conflicto con la doctrina católica), la divergencia de la Ortodoxia respecto de la teología cristiana occidental se hizo crecientemente mayor. Los iconos pintados se convirtieron en símbolos particulares de Ortodoxia, en tanto unieron la doctrina correcta con el culto correcto, significados gemelos de la palabra, y esta percepcion llevó a designar como "triunfo de la Ortodoxia", la restauración final de iconos en las iglesias de bizantinas el primer domingo de Cuaresma del año 843.
Para los ortodoxos, la imagen artística reiteró la verdad que Dios invisible se había hecho visible en el Hijo de Dios encarnado, que era la imagen perfecta de Dios; la imagen condujo a la persona representada hacia quien la contemplaba, así como el Verbo encarnado le trajo a Dios al hombre.
Desde Nicea II no ha sido posible ningún concilio genuinamente ecuménico, debido a la defección (según la opinión ortodoxa) de la Sede romana, y por ende tampoco ha sido posible una nueva declaración absolutamente definitiva del dogma ortodoxo. De esto deriva la identidad auto-consciente de la Ortodoxia como la iglesia de los siete concilios, y su sentido de misión en preservar la fe de los primeros padres de la iglesia. Pero la teología ortodoxa no se estancó en siglos subsiguientes, ya que las circunstancias cambiantes y los progresos en las demás teologías desafiaron a los autores ortodoxos a refinar y a reelaborar sus concepciones de la fé presupuestados por los decretos patrísticos.
Tales formulaciones han adquirido considerable autoridad por las aprobaciones enunciadas en concilios locales o por acuerdos comunes de largo plazo dentro de la Ortodoxia, aunque no tienen la autoridad canónica de los decretos ecuménicos, que la Ortodoxia considera divinamente inspirados y por lo tanto infalibles. Cuando una declaración recibe amplia aceptación entre las iglesias ortodoxas, adquiere el estatus de "libro simbólico".
La dimensión teológica del cisma con el catolicismo occidental se basó sobre todo en el rechazo ortodoxo a la pretensión de Roma respecto de que su obispo era el sucesor único de Pedro, con la consiguiente prerrogativa de definir el dogma. Aunque concedía cierta primacía honorífica al papado, la Ortodoxia vio a todos los obispos de recta enseñanza como igualmente sucesores de Pedro, de los cuales derivó el requisito de que sólo los concilios genuinamente ecuménicos y episcopales podían obligar la conciencia del creyente. En consecuencia, la Ortodoxia ha rechazado esas doctrinas, que considera innovaciones romanas.
El más célebre motivo de controversia entre la Ortodoxia y la teología occidental surgió con la inserción de la cláusula del filioque en el credo de Nicea poco después del siglo VIII. Además de rechazar esta interferencia no conciliar a los decretos de los Padres, la Ortodoxia vio en la afirmación de que el Espíritu Santo "procede el Padre y del Hijo" la suposición de dos principios originarios dentro de Dios que niegan la integridad de la Trinidad. La mayoría de los autores ortodoxos podría aceptar una formulación según la cual el Espíritu proceda "del Padre a través de, o con, el Hijo" siguiendo al principal maestro ortodoxo medieval, Juan de Damasco; pero hasta que haya un Concilio ecuménico, ésta seguirá siendo simplemente "enseñanza teológica" (theologoumena).
En la denuncia de las demás cuestiones doctrinales en las que se podrían identificar innovaciones católicas, la Ortodoxia ha sido menos firme que en la del filioque. Sobre el estado de las personas después de la muerte, la Ortodoxia rechaza la noción del purgatorio como lugar distinto al cielo y al infierno. Al mismo tiempo concede que hay un período intermedio de dolor temporal en el cual los destinados al cielo hacen penitencia por sus pecados; más aún, la plena bienaventuranza, incluso para los santos, no se alcanza hasta después del juicio final de Cristo. Por consiguiente, la oración por los muertos puede ser eficaz. Siguiendo la resolución occidental del dogma de la presencia real en la Eucaristía, los ortodoxos adoptaron la traducción literal de "transubstanciación" al griego (metousiosis). Pero en una distinción que tuvo implicancias teológicas y litúrgicas, la Ortodoxia insistió en que el milagro de la transformación no ocurre con la pronunciación del celebrante de las palabras "Este es mi cuerpo", sino por la invocación del Espíritu Santo en la epíclesis "envía Tu Espíritu Santo para que haga que el pan sea el cuerpo de Tu Cristo". Esta diferencia indica la sensibilidad de la Ortodoxia al Espíritu, que ha sido mayor que la generalmente evidente en occidente.
La Ortodoxia concordó con el catolicismo en reconocer siete sacramentos, aunque sin insistir en la significación absoluta del número. Los dos sacramentos claramente evangélicos, bautismo y Comunión, junto con la confirmación (llamada Crismación por los ortodoxos y administrada inmediatamente después de bautismo), tuvieron un lugar más prominente que el resto. Los ortodoxos siempre criticaron a Occidente el no usar la inmersión como el modo apropiado de bautizar, aunque muchos reconocen la validez de la aspersión en nombre de la Trinidad. Los ortodoxos bautizan por inmersión triple, tanto a adultos como a niños. El uso ortodoxo del pan leudado en la Eucaristía, en vez de las hostias ácimas de Occidente, era sobre todo una cuestión litúrgica, aunque se le dio significado teológico por la explicación de que la levadura simboliza la alegría evangélica, en contraste con el régimen "Mosaico" de la práctica católica.
Su doctrina de la iglesia distingue muy claramente a la Ortodoxia de todas las demás teologías. Según esta doctrina la iglesia visible es el cuerpo de Cristo, una comunión de creyentes encabezada por un obispo y unida por la Eucaristía, y en la que permanece Dios; como tal, aunque los miembros individuales son pecadores falibles, la iglesia se estima infalible. Esta Iglesia verdadera es por definición la iglesia ortodoxa, que es "una, santa, católica y apostólica", de la que están separadas otras iglesias, es decir, la Iglesia abarca a los creyentes que permanecen en membrecía con, y sumisión a, el concierto de patriarcados históricos, Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Roma. (Cuando Roma se separó del conjunto, Moscú asumió como miembro de la pentarquía, aunque el puesto de Roma le sigue reservado para que lo reasuma si renuncia a su obstinación.)
La infalibilidad de la iglesia valida la autoridad de la tradición a la par con la de las Escrituras. Es más, la tradición estableció tanto el canon como la interpretación de esa Escritura y por lo tiene toma precedencia lógica sobre ésta. Sin embargo, el cómo determinar en forma precisa lo que enseña la tradición sigue siendo una pregunta parcialmente abierta para la Ortodoxia, puesto que a ningún cargo se le reconoce autoridad definitiva para la iglesia entera, tal como el papado la tiene para el catolicismo romano. En principio la iglesia habla autorizadamente a través de los concilios episcopales; pero esta pretensión sólo da un paso atrás al asunto porque plantea la cuestión de qué valida cuáles reuniones de obispos como genuinas, más que los concilios "ladrones" (como se designa al Concilio de Constantinopla de 754). En último término la Ortodoxia confía en que el Espíritu Santo permanece con la iglesia y de su propia misteriosa manera conduce y preserva a su pueblo en toda la verdad. En la práctica esta confianza otorga cierta libertad dentro de lo que de otro modo podría ser un traditionalismo sofocante.

Historia de la Ortodoxia

La teología de la ortodoxia se puede dividir en dos períodos, el bizantino y el moderno. Durante el milenio del imperio de Bizancio hasta 1453, la teología Ortodoxa maduró estrechamente asociada a él. Siguiendo el ejemplo de Constantino I y el Concilio de Nicea, los emperadores convocaban los Concilios y se pronunciaban en materias teológicas, lo que proporcionó una débil base para hablar de "césaropapismo" en la época bizantina. En este período surgieron tres de los principales énfasis de la Ortodoxia: la teología como apofacticismo, el conocimiento como iluminación, y la salvación como deificación.
Basándose principalmente en Dionisio el pseudo-Areopagita, autor del siglo VI, los ortodoxos insistieron en que Dios en su naturaleza está más allá de cualquier comprensión. Los seres humanos no pueden saber nada sobre el ser de Dios, y por lo tanto todas las afirmaciones teológicas deben ser de forma negativa, o apofáctica: Dios es inmutable, inamovible, infinito, etc. Incluso una afirmación aparentemente positiva sólo tiene significado negativo; por ejemplo, decir "Dios es espíritu" es en realidad afirmar su incorporalidad. La teología, entonces, no es una ciencia de Dios, lo que es imposible, sino su revelación. Lo que se sabe de Dios no es necesariamente cierto sino que es lo El elige divulgar, aunque en ese sentido es de hecho conocimiento verdadero.
Tal teología de la negación condujo a la elevación de la experiencia espiritual a un rol al menos igual al de la racionalidad como principio epistemológico en teología. Máximo el Confesor, principal maestro de la Ortodoxia en el siglo XII, afirmó: "una mente perfecta es aquella que, por verdadera fé, en ignorancia suprema conoce al supremamente incognoscible". El conocimiento de Dios viene de la iluminación, la visión interna de la luz verdadera, porque "Dios es luz". De esta percepción se deriva la característica fascinación ortodoxa con la transfiguración de Jesús, cuando la luz de su deidad fue supremamente revelada a los apóstoles. También fomentó el Heiscasismo, en el que la visión divina del místico llegó a ser un emprendimiento teológicamente significativo. Es por esto que a la teología orthodoxa también se la llama, con igual validez, "espiritualidad ortodoxa". El principal exponente de este aspecto de la Ortodoxia fue Gregorio Palamas en el siglo XIV.
El concepto ortodoxo de la salvación como deificación abarcó la metodología contemplativa implicada en la visión de la iluminación. Solamente los "puros de corazón" ven a Dios, y la pureza sólo viene por la gracia divina en la economía de la redención. Los que son redimidos mediante la encarnación, que el NT llama "hijos de Dios" y "compartidores de la naturaleza divina", son deificados, es decir, llegan a ser dioses creados, en contraste con los no creados. "Dios se hizo hombre para que podamos ser hechos Dios", dijo Atanasio de Alejandría; y Máximo el Confesor declaró: "cuando es deificado por gracia, uno se convierte en todo lo que Dios es, excepto una identidad de la naturaleza". Con esta vista personalística de la salvación la Ortodoxia divergió del énfasis jurídico que Occidente heredó a través de Augustín de Hipona, a quien los ortodoxos no pudieron aceptar cómodamente como Doctor de la Iglesia. La teología ortodoxa vio al hombre como llamado a conocer a Dios y compartir su vida, para ser salvado no por la actividad externa de Dios o por la comprensión por parte de aquél de las verdades proposicionales, sino que siendo deificado.
En suma, la era bizantina instauró el mayor misticismo, intuición y corporatismo de la Ortodoxia, en vez de la orientación filosófica, escolástica y forense de Occidente.
En el período posterior a 1453 los dos acontecimientos que más influenciaron la evolución de la Ortodoxia fueron la caída del Imperio Bizantino y la división del cristianismo occidental. El fin del patrocinio imperial aumentó la autonomía del episcopado y promovió la contribución rusa a la herencia ortodoxa; la teología de la Reforma permitió a la Ortodoxia elegir entre varias expresiones alternativas de la doctrina cristiana. Desde luego, estos progresos tendieron a poner a la Ortodoxia a la defensiva y la moldeó en el papel de reaccionante más que de actor, en el que frecuentemente pareció ser el ala reaccionaria de la cristiandad. Sin embargo la sobrevivencia del vigor ortodoxo se evidenció en los escritos de varios teólogos, y el ecumenismo del siglo XX ha abierto nuevas posibilidades para una contribución ortodoxa a la teología.
Melanchthon hizo la apertura protestante inicial a la Ortodoxia cuando envió una traducción griega de la Confesión de Augsburgo al patriarca Joasaf de Constantinopla, solicitándole considerarla una fiel interpretación de la verdad cristiana. Jeremías, su sucesor, respondió más de veinte años después condenando numerosos "errores" protestantes, incluyendo la justificación sólo por la fé, la sola Scriptura, el rechazo a los iconos y a la invocación de los santos, la predestination agustiniana y el filioque.
Una respuesta bastante diferente hacia la Reforma vino del patriarca Cirilo Lucaris, elegido en 1620, que compuso un confesión que articulaba un sistema esencialmente Calvinista. El trabajo de Cirilo constituyó una aberración en la historia de la Ortodoxia; su obra fue condenada formalmente después de su muerte en 1638, por un sínodo en Jerusalén treinta y cuatro años más tarde. Pero provocó dos importantes declaraciones de la doctrina ortodoxa. En la primera apareció el liderazgo ruso cuando el Metropolitano Pedro Mogila de Kiev compuso su confesión, una refutación completa de Cirilo, basada en la Ortodoxia tradicional; el trabajo de Mogila fue aprobado, con enmiendas, por los patriarcas Orientales en 1643. La segunda fue la confesión del patriarca Dositeo de Jerusalén, aprobado por el sínodo de 1672.
Estos dos documentos continuaron siendo la definición estándar de Ortodoxia en el período moderno. Alinearon a la Ortodoxia con el lado católico en la mayoría de sus principales disputas doctrinales con la teología Reformada, por ejemplo, en la relación de la tradición con la Escritura, la veneration de santos e imágenes, el número y significado de los sacramentos, la fe y las obras en la salvación. Sólo en dos cuestiones estuvieron de parte de los Protestantes: la autoridad papal y el canon de las Escrituras. Los ortodoxos continuaron contra protestantes y católicos en su acuerdo con el filioque, y la concepció agustina del pecado original. La Ortodoxia niega el pecado original; el hombre nace mortal y por lo tanto peca, y no al revés, como habitualmente plantea Occidente.
Pero la importancia de los acuerdos ortodoxos con el catolicismo o el protestantism era más aparente que real, en la medida en que los respectivos principios de autoridad diferían fundamentalmente. Para la Ortodoxia, la autoridad dogmática seguía arraigada en la comunidad de la iglesia, representada por la sucesión episcopal de los apóstoles, y no en la supremacía del papado ni en la exégesis evangélica de las Escrituras, que para la mente ortodoxa representaban el dominio del racionalismo, del legalismo y del individualismo por sobre la verdadera comunidad de creencia y culto de los fieles. Para designar este principio comunitario los teólogos rusos modernos proporcionaron el definitivo pero intraducible término sobornost' (aproximadamente, "comunión"). La "Sobornost' es el alma de la Ortodoxia" declaró Alexis Jomiákov, teólogo laico del siglo XIX.
Pasada la mitad del siglo XIX los progresos más creativos en la Ortodoxia vinieron de autores rusos, como Vladimir Solovyev, Nikolai Berdyaev, Sergei Bulgakov y Georges Florvosky, y de profesores de los seminaries rusos en París y Nueva York, especialmente Alexander Schmemann y John Meyendorff. Su obra es demasiado reciente para ser incorporada a la esencia de la Ortodoxia, pero atestigua la continua vitalidad de la tradición. Todos estos hombres, cada uno a su manera, han trabajado activamente en pro de la reunificación de la cristiandad. El peso de su testimonio ecuménico ha sido que la unidad genuina se puede alcanzar no en base al mínimo común denominador entre las iglesias cristianas, sino al acuerdo sobre la totalidad de la tradición común contenida en los concilios ecuménicos y preservada auténticamente sólo por la Ortodoxia.
P D Steeves
Bibliografía
Juan de Damasco, Obras; G Maloney, Historia de la teología ortodoxa desde 1453; V Lossky, La Teología Mística de la I glesia de Oriente; J Meyendorff, Teología de Bizancio; J Pelikan, La tradición cristiana III; El Espíritu de la Cristiandad de Oriente; Los siete concilios ecuménicos de la iglesia unida. N P N F, XIV; P Schaff, ed., Credos de la cristiandad, II, 445 - 542; A. Schmemann, El camino histórico de la ortodoxia oriental; N Zernov, La Cristiandad del Este; K Ware, La Manera Ortodoxa

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